Cuando apenas tenía 7 años, tenía claro que quería tocar un instrumento aunque aún no sabía cual. Asique, un día mi madre y yo acompañamos a mi hermana mayor al conservatorio y al entrar, me metí en cada una de las aulas en busca del instrumento que me iba a acompañar el resto de mi vida!…Tras conocer muchos de ellos, ¡elegí el clarinete! ¿Sabéis porque? porque estaban tocando la canción de la pantera rosa y además, el profe era super divertido… ¡Lo tenía clarinete!
Con los años, me di cuenta de la exigencia que suponía ir desde tan pequeña al conservatorio…era una gran responsabilidad. Asique cada año que pasaba, aumentaba la exigencia y con ella el compromiso con el instrumento, con el conservatorio y conmigo misma. Desde pequeña me cargué con responsabilidades que no debía de tener tan joven.
Cuando completé mis estudios de grado medio en el conservatorio, decidí que jamás querría dedicarme profesionalmente a la música. Descubrí la parte competitiva y yo, lo único que quería era disfrutar, divertirme y tocar, y tocar… ¡y bailar con la mirada!
Menos mal que tuve un maestro de clarinete (y digo maestro y no profesor) que hizo que amase la música y la quisiera interiorizar y comprender desde distintos lugares: aprender a escuchar con el corazón, leer con la piel o sentir con las orejas y la sonrisa.
Pero también, el hecho de haber conocido desde muy pequeñita el mundo de la música me hizo sentir de una manera especial, emocionarme con las pequeñas cosas…creo que la música hizo crecer dentro de mí amor hacia la vida.
Por eso, decidí dedicarme al sector social, cuidar y mejorar el mundo en el que vivimos y a las personas de las que nos rodeamos.
Vine a vivir a Burgos, y me enamoré de su entorno, de su naturaleza y de sus pueblos, y desde entonces, invierto mi cariño y tiempo en la asociación Ábrego, para lograr que nuestro medio rural, sea un lugar mejor.
Dicen que la vida esta llena de casualidades, pero yo creo que no son casualidades, sino la propia vida, que nos pone a cada una donde tenemos que estar.
Y es de esta manera como de repente aparece en mi vida Rocío y su proyecto, Yoglar.
Desde que entré por las puertas de la Casa de la Música mi corazón comenzó a vibrar y a latir como si fuera una fiesta. Yoglar me emociona, me revuelve sentimientos, y me hace volver a sentir pasión por el arte y por la música.
Gracias a este proyecto y a Rocío, no sólo estoy aprendiendo a re-enamorarme de la música, sino que también estoy aprendiendo a conocerme a mi misma y a desarrollar aptitudes propias que desconocía.
Es muy emocionante ver cómo crece la creatividad y la capacidad de aprendizaje de l@s peques.
Estoy muy agradecida de poder formar parte de este equipo y creo que tengo mucho que aprender y que aportar al proyecto. Ojalá de pequeñita hubiese conocido que la música se puede aprender de maneras distintas, ojalá hubiera conocido Yoglar.